Familiares, amigos y compañeros del primer periodista asesinado en democracia, Mario Bonino, recuerdan cada año desde 1993, los años de impunidad que vivieron y marchan por el esclarecimiento de la causa.
“Cuando se silencia un crimen es mas fácil la impunidad para el ideólogo y ejecutor”, dijo Héctor Corti, periodista y amigo de Bonino, a 14 años del asesinato del que todavía no hay responsables.
El cuerpo sin vida de Bonino fue encontrado la mañana del 15 de noviembre de 1993 mientras flotaba en el Riachuelo tras haber sido secuestrado cuatro días antes cuando se dirigía al seminario “La Radio de Fin de Siglo” en el auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
Mientras el periodista estaba desaparecido, el sábado a la madrugada, tres personas irrumpieron en el edificio ubicado en Perón 1773 donde funcionaba el Área de Prensa de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA) y golpearon con un caño al sereno que estaba de guardia.
Cuando el cadáver de Bonino fue encontrado, el doctor de parte, Mariano Castex, determinó que el cuerpo había ingresado sin vida al agua, en concordancia con los resultados de los peritajes oficiales a cargo del juez Raúl Irigoyen del Juzgado de Instrucción numero 10.
Según el Secretario General de Utpba, Daniel Das Neves, Irigoyen le confesó en un encuentro que mantuvieron que si hubiera habido interés político en resolver el crimen y hubieran puesto todos los elementos logísticos para este juzgado, habrían estado más cerca de resolverlo.
La esposa de Mario Bonino, Felicia Urbano, también recibió amenazas después del asesinato, pero no fue un hecho aislado porque durante esa época según Das Neves, el gobierno del doctor Carlos Saúl Menem había sostenido una práctica insistente de persecución a periodistas y se llegaron a registrar más 700 amenazas como la de Marcelo Bonelli y Hernán López Echagüe.
“Mire, Irigoyen no puede atenderla más porque lo compromete”, dijo el secretario del magistrado con voz seca según contó la viuda, quien no se quedó paralizada ante el dolor ocasionado por la perdida o el miedo generado por las amenazas y decidió ponerse en contacto con el juez que luego se apartaría de la causa.
Quien estuvo a cargo de llevar adelante la investigación sobre las amenazas a trabajadores de prensa fue el procurador especial Luís González Warcalde designado por el Gobierno.
El fiscal se avocó a avalar la teoría oficial de que Bonino se había suicidado porque se encontraba depresivo y sólo investigo el pasado de la victima, la cual si bien había sido adicta a las drogas, había superado ese vicio tres años antes de su muerte.
Warcalde quien comparó su muerte con la de los clavadistas mexicanos que se tiran de 40 metros de altura y mueren de un paro cardiaco en el transcurso de la caída, dijo que le podría haber sucedido lo mismo a Bonino ya que él sufría de pánico al agua.
“A nadie se le ocurre hacer turismo en el Riachuelo”, contestó la viuda ante las infundadas hipótesis planteadas por el procurador, que tras pocos meses, se retiró sin resolver ninguno de los casos que tenía a su cargo sobre ataques a periodistas.
Mientras comisión de Esclarecimiento del Asesinato de Mario Bonino, formada a través de una asamblea en el gremio e integrada por los periodistas Santo Biassati, Enrique Sdrech, Enrique Tortosa, Nancy Pazos, Nelson Marinelli, Pablo Llanto y el entonces Secretario de Derechos Humanos de la UTPBA, Néstor Restivo, presentaron dos informes que demostraban el asesinato del colega y eliminaron la hipótesis del suicidio.
El asesinato de Mario Bonino demostró la impunidad que rondaba en los noventa que para Das Neves: “Agrandaba la posibilidad de que quienes operan en la sombra no tengan forma de ser castigados”.
Mientras que la Utpba realizó, dos meses atrás, un movimiento concientizador con un mensaje claro para esa época, “La peor opinión es el silencio”.
El próximo jueves 15 de noviembre de 2007 se cumplirán 14 años de aquel 15 de noviembre de 1993 donde el cuerpo de Mario Bonino yacía en la superficie del Riachuelo.
